A efectos de este debate, existen dos concepciones sobre la producción científica:
En la versión historicista, se cree que las genialidades científicas y grandes revoluciones conceptuales son fenómenos que no podemos predecir ni fabricar artificialmente. Concibe que la estrategia más sensata es identificar y apoyar a comunidades que han demostrado históricamente su capacidad de innovación.
Por ejemplo, considera que la concentración de talento científico en instituciones como el MIT o Harvard no fue planificada, sino que surgió orgánicamente de una tradición académica específica y atrajo naturalmente a mentes brillantes como Feynman, von Neumann o Einstein. Por ello, no ve posible 'crear' otro Instituto de Estudios Avanzados simplemente copiando su estructura - hay algo único en la tradición intelectual que se desarrolló allí.
En la versión materialista, se cree que el avance científico no depende de personas genio sino de las condiciones en las que se desarrolla. Considera que el éxito científico puede 'construirse' estableciendo las condiciones materiales y sociales adecuadas, independientemente del punto de partida histórico de una comunidad
Por ejemplo, la URSS construyó una potente comunidad científica a través de inversión masiva en educación, institutos de investigación y programas espaciales partiendo prácticamente de cero. En apenas décadas, científicos soviéticos como Landau o Kapitsa alcanzaron el nivel más alto de la física mundial, y el programa espacial soviético logró hitos como el Sputnik o el vuelo de Gagarin.